viernes, 19 de diciembre de 2014

La metamorfosis en anuncios publicitarios IV. Ana Manso

Escarabajo tamaño humano busca maquillaje en cantidades industriales para intentar recuperar su apariencia de Gregor Samsa y atender al amable controlador de trabajo que pregunta por él.
Gregor Samsa. Calle Judeokafkiana nº 13, Praga
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Escarabajo que responde al nombre de Gregor Samsa necesita con carácter de urgencia un psicólogo que trate a la familia y al controlador, a quienes ha mostrado su actual estado físico.
Gregor Samsa. Calle Judeokafkiana nº 13, Praga
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Hermana de escarabajo con gustos peculiares en la comida ruega donaciones de todos los vertederos de Praga.
Gregor Samsa. Calle Judeokafkiana nº 13, Praga
        **
Padre de hombre de aspecto monstruoso, compra al precio que sea insecticida muy potente que derrote a escarabajo enorme tras el anterior intento fallido de lanzamiento de manzanas.
Gregor Samsa. Calle Judeokafkiana nº 13, Praga
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Escarabajo con gran depresión por falta de cariño busca familia con buen estómago y abierta a la adopción.
Gregor Samsa. Calle Judeokafkiana nº 13, Praga


sábado, 13 de diciembre de 2014

Rosas de papel - Inés Herrero Martínez

Rosas de papel - Inés Herrero Martínez


Llueve, corren a esconderse bajo el portal del edificio. Ríen mientras salpican el suelo de piedra, tiritando con la ropa pegada al cuerpo. Ellos dos se miran a través del resto, como si no hubiera nadie más.

Se sientan frente a frente, escuchando el susurro del agua a su alrededor. Un papel sobresale por debajo de la puerta, amarillo, negro y rojo, con letras blancas. Él lo coge, con sus manos grandes y ásperas.

Dobla la hoja, una y otra vez, dándole forma ante los ojos expectantes. Coge la mano de ella y pone su creación entre sus dedos. Una rosa. Ella acaricia el papel y le mira a los ojos, él sonríe.

v   

Ella llora en la cama. Hace frío, apenas distingue las formas de la habitación. Sobre la colcha una carta escrita con aire lejano, que parece despender el calor de otras manos mientras lee.
Es un sobre grande, una carta, un libro, una rosa de papel. Le tiembla el pulso cuando coge el tallo de la flor, acercándolo a su rostro, aspirando sin esperar nada, y sintiendo su olor quemándole por dentro.
v   

Coge su mano y cierra la puerta a su espalda. Caminan por la acera, hacia ningún sitio. Sus dedos se entrelazan de espaldas al mundo.
Regresan lento. Las sombras se alargan y las luces avanzan por la calle vacía. El dormitorio es pequeño, oscuro. El reflejo de una farola dibuja algo pequeño sobre el colchón, ella lo coge y ríe, huele a él. Bajo las sábanas siete rosas, rojas y verdes, siete rosas de papel.

v   

Él se marcha. Las ruedas de la maleta resuenan por el pasillo. Ella espera en la puerta, él va a la habitación, había olvidado algo. Le abraza con fuerza, le sujeta contra su cuerpo, no quiere soltarle nunca. Se va.
Ella camina por una casa vacía. Llega a la habitación al final del pasillo. Hay un vaso pequeño y brillante en su mesilla. Siente algo, cada vez más fuerte a medida que se acerca. Siete rosas, su colonia.
v   

Pasa un año, en una esquina esconde sus recuerdos, tres cartas, dos libros, algo lejano. Acaricia los estantes de madera, uno por uno.

Sus dedos trepan por el mueble. Una esquina, no llega la luz de la ventana, el polvo esconde la madera, y un vaso pequeño y brillante. Lo acaricia, sonríe mientras lo acerca a su nariz, pero está vacío. Papel roto que no huele a nada. 

viernes, 12 de diciembre de 2014

La metamorfosis en anuncios publicitarios III. Cristina Pumar




1. Propietario de tienda busca controlador para hacer visita a un empleado. Lo más rápido posible.
Contactar con Peter Müller, Calle Franz Nr. 22

2. Busco médico, hechicero, cualquier persona que pueda transformar un hombre convertido en escarabajo en hombre de nuevo.
Paga discutible.
Contactar Grete Samsa, Calle Praga 321, Piso 4d

3. Busca empleo, de cualquier tipo.
Contactar con Samsa, Calle Praga 321 4d

4. Piso a alquilar, dos habitaciones, comedor, salón y cuarto de baño.
450 euros al mes.
Calle de Praga 321, 4d, para concretar cita.

5. Se busca:
Señora de la limpieza que no tenga fobia a insectos y a la que no le importe recoger restos de comida podrida.
Se paga por hora.
Contactar con Samsa, Calle Praga 321 4d

6. Se busca funeraria que entierre a insectos tamaño humano.
Contactar con Samsa, Calle Praga 321 4d



La metamorfosis en anuncios publicitarios II. Por Mario Pérez "Kranke"






¡¡¡ATENCIÓN!!!

Se busca exterminador de plagas en la calle Praga número K. Se requieren trajes de aislamiento tóxico, y munición: de clase Manzana con estructura //3.04']*><53.9, debido al residuo químico peligroso proveniente de la enfermedad "gregorsamsanitis", demostrado que posee una capacidad de contagio hasta diez veces mayor que el ébola, y produce material extremadamente corrosivo: vómito ácido de cucaracha e infecciones que producen puntitos blancos de piel marchita en el abdomen inferior.

  El que acepte este trabajo tan repugnante tendrá derecho a exigir un mínimo de 10.000 al mes.

sábado, 29 de noviembre de 2014

viernes, 28 de noviembre de 2014

La metamorfosis en anuncios publicitarios

Inés Herrero



       Familia tranquila, clase media, busca sirvienta difícil de impresionar y poco escrupulosa para limpiar casa a tiempo parcial. Se ruega no se presenten personas con fobia a insectos grandes y dotados de inteligencia.

        Padre de familia, responsable y racional, necesita con urgencia exterminador discreto y eficaz, preferiblemente especializado en insectos más bien voluminosos y difíciles de matar. Se ruega la mayor rapidez posible.

        Mujer joven, hija única en estos momentos, busca sicario asequible para acabar con exterminador persistente. Se insta a los interesados que respondan cuanto antes.

        Madre de familia busca psiquiatra, muy profesional y especializado en terapia familiar para graves problemas de convivencia.


        Familia tranquila, clase media, busca cadáver extraviado por la ventana de un tercer piso en el centro de la ciudad. Se trata de un cuerpo de tamaño aparentemente humano, múltiples patas y una manzana en descomposición en el lomo. Si se encuentra rogamos su incineración inmediata y no recibir noticias del asunto.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Año kafkiano


Hemos empezado por nuestro querido Kafka y empiezan a verse los resultados, que se irán colgando en este blog poco a poco. Por ahora lo hacemos con un maravilloso cuento, El jinete del Cubo

Consumido todo el carbón; vacío el cubo; la pala, sin sentido ya;la estufa respirando frío; el cuarto lleno del soplo de la helada; ante la ventana, árboles rígidos de escarcha; el cielo, un escudo de plata contra aquel que le pida ayuda. Necesito carbón; no debo congelarme; detrás de mí la estufa despiadada, ante mí, el cielo igualmente despiadado: deberé cabalgar entre ambos y en medio de ambos pedir ayuda al carbonero. Pero ante mis súplicas habituales él se ha endurecido ya; debo probarle exactamente que no me queda ni el más leve polvillo de carbón y que, por lo tanto, él es para mí como el sol de los cielos. Debo actuar como el mendigo hambriento que decide expirar en el umbral de la puerta y a quien, por eso, la cocinera de los señores se decide a dar el poso del último café; así también, furioso, pero a la luz del mandamiento "no matarás", el carbonero tendrá que echarme una palada en el cubo.
Mi ascensión lo va a decidir; por eso voy hacia allí montado en el cubo.Jinete del cubo, y puesta la mano en el asa, riendas harto sencillas, desciendo penosamente la escalera; pero una vez abajo, mi cubo asciende; ¡magnífico!, ¡magnífico!; los camellos echados en tierra no se levantan sacudiéndose con más belleza bajo el palo del guía. Marchamos al trote por la callejuela helada; con frecuencia me veo alzado hasta el primer piso; nunca llego a descender hasta la puerta de la calle.
Ante el abovedado sótano del carbonero floto a extraordinaria altura, en tanto él, allá abajo, escribe, encogido ante su mesita; ha abierto la puerta para dejar salir el calor excesivo.
–¡Carbonero! –grito, con voz hueca, quemada por el frío y oculto por las nubes de mi aliento lleno de humo–, por favor, carbonero, dame un poco de carbón. Mi cubo está vacío, ya no puedo cabalgar sobre él. Sé bueno. Tan pronto pueda, te pagaré.
El carbonero se lleva la mano al oído.
–¿Oigo bien? –pregunta por sobre el hombro a su mujer, que teje sentada en el banco de la chimenea–, ¿oigo bien? Un cliente.
–No oigo nada –dice la mujer, respirando con tranquilidad por encima de las agujas de tejer, con un agradable calor en la espalda.
–¡Oh, sí! –exclamo–. Soy yo; un viejo cliente; un seguro servidor; sólo que momentáneamente sin medios.
–Mujer –dice el carbonero-, ahí hay alguien, hay alguien; no puedo equivocarme hasta ese extremo; tiene que ser un cliente antiguo, muy antiguo, para que así me hable al corazón.
–¿Qué te pasa hombre? –dice la mujer, y aprieta su labor contra el pecho, descansando por un instante–. No hay nadie, la calle está vacía y toda nuestra clientela está ya servida; podemos cerrar el negocio por unos días y descansar.
–Pero yo estoy aquí, sobre el cubo –grito, e insensibles lágrimas de frío velan mis ojos–. Por favor, aquí arriba; me veréis en seguida; tan sólo una palada; y si me dierais dos, me haríais más que feliz. Toda la clientela está ya provista. ¡Ah, si pudiera oírlo sonar ya en el cubo.!
–Voy –dice el carbonero, y quiere subir la escalera con sus cortas piernas, pero la mujer está ya junto a él, le coge por el brazo y dice:
–Tú te quedas. Si no desistes de tu testarudez, seré yo quien suba. Acuérdate de tu tos. Pero por un negocio, aunque sólo sea imaginario, olvidas mujer e hijo y sacrificas tus pulmones. Iré yo.
–Entonces dile todas las clases que hay en depósito; yo te cantaré los precios.
–Bueno –dice la mujer, y sube hacia la calle. Como es natural, me ve en seguida.
-Señora carbonera –exclamo–, la saludo; sólo una palada de carbón; aquí, en seguida, en el cubo; yo mismo lo llevaré a casa; una palada del peor. La pagaré toda, claro está, pero no ahora, no ahora.
¡Qué tañido de campanas son esas dos palabras, "no ahora", y qué turbadoraspara los sentidos que se mezclan al toque del reloj que precisamente me llega desde la cercana torre de la iglesia!
-¿Qué es, pues, lo que quiere? -exclama el carbonero.
–Nada –le replica la mujer–, no hay nadie; no veo nada, no oigo nada; sólo están dando las seis y nosotros cerramos. Hace un frío terrible; es probable que mañana tengamos mucho trabajo aún.
No ve nada, no oye nada, y sin embargo, suelta la cinta de su delantal y procura alejarme con él. Por desgracia lo consigue. Mi cubo tiene todas las desventajas de un animal de silla; carece de fuerzas para resistir; es demasiado liviano; un delantal de mujer obliga a sus patas a dejar el suelo.
–¡Mala mujer! –grito aún, mientras ella, volviéndose hacia el negocio, entre despreciativa y satisfecha, hace un gesto en el aire con la mano-. ¡Mala! Te pedí una palada del peor y no me la has dado.
Y así me elevo a las regiones de las cordilleras de hielo y me pierdo de vista para siempre.
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Franz Kafka
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domingo, 1 de junio de 2014

NUEVAS FOTOS DE LA FIRMA EN LA FERIA DEL LIBRO

Álex Millán e Inés Herrero


Cuatro caras alegres: Andrés, Paloma, Alex firmando e Inés.
 Manos abriendo el libro de La Isla
 Dos firmando, dos mirando
 
 Alguien busca su relato...
 ¿Qué señala Inés?
 

¿Qué pensará Alex?

FIRMAS EN LA FERIA DEL LIBRO

El sábado 31 de Mayo, los autores más jóvenes de toda la Feria del Libro firmaron sus  cuentos, dentro de la antología de relatos La Isla,  en la caseta 119, librería Tres Rosas Amarillas. He aquí una foto del histórico momento.

El resto de compañeros del taller apoyaron desde el otro lado de la caseta.



Y tras el esfuerzo, vino el picnic en el Retiro. La instantánea recoge el momento previo a sacar los bocadillos y la tortilla de patatas.
 

 
A todos ellos, la enhorabuena. Y este verano, a acumular relatos e historias que puedan ser plasmadas en papel.


martes, 29 de abril de 2014

Para la chica de delante, por Alex Millán


Eres el sol ocultándose en un horizonte marino,
una cascada cayendo sobre la piedra,
luna llena en un cielo estrellado.
Quiero hablarte pero no encuentro las palabras.
Cuando te envío un mensaje, deseo que respondas
pero cuando lo haces, me da miedo mirarlo.
Te veo delante de mí, cerca, pero dentro de ti yo estoy muy lejos
y no puedo acercarme.

Eres el espacio infinito iluminado por estrellas.
el fondo de un océano lleno de peces.
Eres un bosque en la inmensidad de la noche,
un rayo de luna entre las ramas.
Cuando puedo acercarme a ti enloquezco.
Y solo cuando estás inaccesible vuelvo a la cordura.
Tres mil años de literatura no explican cómo llegar a ti.
Treinta mil de arte no me permiten entender el amor.
Llegar a ti es andar en la oscuridad,
no saber si vas en la buena dirección o en la contraria
o qué obstáculos habrá en el camino.
Pero aunque caiga me levantaré,
aunque me pierda encontraré el camino
porque alcanzarte hará que todo lo pasado haya valido la pena.

¿Dónde están las obras de Lope?
¿Dónde las rimas de Bécquer?
¿Dónde están las canciones de Leonard Cohen?
Mentiras, mentiras y mentiras.
Océanos de papel con peces de tinta llevando esperanzas vanas.
Bosques de versos hablando de la delicia de la felicidad plena.
Una infinidad de letras prometiendo el amor.
Mentiras, mentiras y más mentiras.
Una eternidad de sufrimiento intentando conseguir
un instante de éxtasis
seguir adelante, no rendirte, creyendo
los augurios sobre el paraíso.
Intentar avanzar entre el dolor queriendo llegar a un espejismo:
eso es el amor.
Entonces ¿por que algo dentro de mí se niega a aceptarlo?
Estás en cada palabra que leo.
Estás en cada fotograma que veo.
Estás en cada nota que oigo.
En cualquier sitio estás tú, sonriendo, diciéndome
que todo es posible.



sábado, 26 de abril de 2014

Discurso íntegro de Elena Poniatowska al recibir el premio Cervantes



DISCURSO ELENA PONIATOWSKA





CEREMONIA DE ENTREGA PREMIO CERVANTES 23 de abril de 2014

Majestades, Señor Presidente del Gobierno, Señor Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Señor Rector de la Universidad de Alcalá de Henares, Señor
Presidente de la Comunidad de Madrid, Señor Alcalde de esta ciudad, autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas, amigas, amigos, señores y señoras.

Soy la cuarta mujer en recibir el Premio Cervantes, creado en 1976. (Los hombres son treinta y cinco.) María Zambrano fue la primera y los mexicanos la consideramos nuestra porque debido a la Guerra Civil Española vivió en México y enseñó en la Universidad Nicolaíta en Morelia, Michoacán.

Simone Weil, la filósofa francesa, escribió que echar raíces es quizá la necesidad más apremiante del alma humana. En María Zambrano, el exilio fue una herida sin cura, pero ella fue una exiliada de todo menos de su escritura.

La más joven de todas las poetas de América Latina en la primera mitad del siglo XX, la cubana Dulce María Loynaz, segunda en recibir el Cervantes, fue amiga de García Lorca y hospedó en su finca de La Habana a Gabriela Mistral y a Juan Ramón Jiménez. Años más tarde, cuando le sugirieron que abandonara la Cuba revolucionaria respondió que cómo iba a marcharse si Cuba era invención de su familia.

A Ana María Matute, la conocí en El Escorial en 2003. Hermosa y descreída, sentí afinidad con su obsesión por la infancia y su imaginario riquísimo y feroz.

María, Dulce María y Ana María, las tres Marías, zarandeadas por sus circunstancias, no tuvieron santo a quién encomendarse y sin embargo, hoy
por hoy, son las mujeres de Cervantes, al igual que Dulcinea del Toboso, Luscinda, Zoraida y Constanza. A diferencia de ellas, muchos dioses me han protegido porque en México hay un dios bajo cada piedra, un dios para la lluvia, otro para la fertilidad, otro para la muerte. Contamos con un dios para cada cosa y no con uno solo que de tan ocupado puede equivocarse.

Del otro lado del océano, en el siglo XVII la monja jerónima Sor Juana Inés de la Cruz supo desde el primer momento que la única batalla que vale la pena es la del conocimiento. Con mucha razón José Emilio Pacheco la definió: "Sor Juana/ es la llama trémula/ en la noche de piedra del virreinato".

Su respuesta a Sor Filotea de la Cruz es una defensa liberadora, el primer alegato de una intelectual sobre quien se ejerce la censura. En la literatura no existe otra mujer que al observar el eclipse lunar del 22 de diciembre de 1684 haya ensayado una explicación del origen del universo. Ella lo hizo en los 975 versos de su poema "Primero sueño".

Dante tuvo la mano de Virgilio para bajar al infierno, pero nuestra Sor Juana descendió sola y al igual que Galileo y Giordano Bruno fue castigada por amar la ciencia y reprendida por prelados que le eran harto inferiores.

Sor Juana contaba con telescopios, astrolabios y compases para su búsqueda científica. También dentro de la cultura de la pobreza se atesoran bienes inesperados. Jesusa Palancares, la protagonista de mi novela-testimonio "Hasta no verte Jesús mío", no tuvo más que su intuición para asomarse por la única apertura de su vivienda a observar el cielo nocturno como una gracia sin precio y sin explicación posible. Jesusa vivía a la orilla del precipicio, por lo tanto el cielo estrellado en su ventana era un milagro que intentaba descifrar. Quería comprender por qué había venido a la Tierra, para qué era todo eso que la rodeaba y cuál podría ser el sentido último de lo que veía. Al creer en la reencarnación estaba segura de que muchos años antes había nacido como un hombre malo que desgració a muchas mujeres y ahora tenía que pagar sus culpas entre abrojos y espinas.

Mi madre nunca supo qué país me había regalado cuando llegamos a México, en 1942, en el "Marqués de Comillas", el barco con el que Gilberto Bosques salvó la vida de tantos republicanos que se refugiaron en México durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Mi familia siempre fue de pasajeros en tren: italianos que terminan en Polonia, mexicanos que viven en
Francia, norteamericanas que se mudan a Europa. Mi hermana Kitzia y yo fuimos niñas francesas con un apellido polaco. Llegamos "a la inmensa vida de México" —como diría José Emilio Pacheco—, al pueblo del sol. Desde entonces vivimos transfiguradas y nos envuelve entre otras encantaciones, la ilusión de convertir fondas en castillos con rejas doradas.

Las certezas de Francia y su afán por tener siempre la razón palidecieron al lado de la humildad de los mexicanos más pobres. Descalzos, caminaban bajo su sombrero o su rebozo. Se escondían para que no se les viera la vergüenza en los ojos. Al servicio de los blancos, sus voces eran dulces y cantaban al preguntar: "¿No le molestaría enseñarme cómo quiere que le sirva?"

Aprendí el español en la calle, con los gritos de los pregoneros y con unas rondas que siempre se referían a la muerte. "Naranja dulce,/ limón celeste,/ dile a María/ que no se acueste./ María, María/ ya se acostó,/ vino la muerte/y se la llevó". O esta que es aún más aterradora: "Cuchito, cuchito/ mató a su mujer/ con un cuchillito/ del tamaño de él./ Le sacó las tripas/ y las fue a vender./ —¡Mercarán tripitas/ de mala mujer!"

Todavía hoy se mercan las tripas femeninas. El pasado 13 de abril, dos mujeres fueron asesinadas de varios tiros en la cabeza en Ciudad Juárez, una de 15 años y otra de 20, embarazada. El cuerpo de la primera fue encontrado en un basurero.

Recuerdo mi asombro cuando oí por primera vez la palabra "gracias" y pensé que su sonido era más profundo que el "merci" francés. También me intrigó ver en un mapa de México varios espacios pintados de amarillo marcados con el letrero: "Zona por descubrir". En Francia, los jardines son un
pañuelo, todo está cultivado y al alcance de la mano. Este enorme país temible y secreto llamado México, en el que Francia cabía tres veces, se extendía moreno y descalzo frente a mi hermana y a mí y nos desafiaba:

"Descúbranme". El idioma era la llave para entrar al mundo indio, el mismo mundo del que habló Octavio Paz, aquí en Alcalá de Henares en 1981, cuando dijo que sin el mundo indio no seríamos lo que somos.

¿Cómo iba yo a transitar de la palabra parís a la palabra Parangaricutirimicuaro? Me gustó poder pronunciar Xochitlquetzal, Nezahualcóyotl o Cuauhtémoc y me pregunté si los conquistadores se habían dado cuenta quiénes eran sus conquistados.

Quienes me dieron la llave para abrir a México fueron los mexicanos que andan en la calle. Desde 1953, aparecieron en la ciudad muchos personajes de a pie semejantes a los que don Quijote y su fiel escudero encuentran en su camino, un barbero, un cuidador de cabras, Maritornes la ventera. Antes, en
México, el cartero traía uniforme cepillado y gorra azul y ahora ya ni se anuncia con su silbato, solo avienta bajo la puerta la correspondencia que saca de su desvencijada mochila. Antes también el afilador de cuchillos aparecía empujando su gran piedra montada en un carrito producto del ingenio popular, sin beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y la iba mojando con el agua de una cubeta. Al hacerla girar, el cuchillo sacaba chispas y partía en el aire los cabellos en dos; los cabellos de la ciudad que en realidad no es sino su mujer a la que le afila las uñas, le cepilla los dientes, le pule las mejillas, la contempla dormir y cuando la ve vieja y ajada le hace el gran favor de encajarle un cuchillo largo y afilado en su espalda de mujer confiada. Entonces la ciudad llora quedito, pero ningún llanto más sobrecogedor que el lamento del vendedor de camotes que dejó un rayón en el alma de los niños mexicanos porque el sonido de sus carritos se parece al silbato del tren que detiene el tiempo y hace que los que abren surcos en la milpa levanten la cabeza y dejen el azadón y la pala para señalarle a su hijo: "Mira el tren, está pasando el tren, allá va el tren; algún día, tú viajarás en tren".

Tina Modotti llegó de Italia pero bien podría considerarse la primera fotógrafa mexicana moderna. En 1936, en España cambió de profesión y acompañó como enfermera al doctor Norman Bethune a hacer las primeras transfusiones de sangre en el campo de batalla. Treinta y ocho años más tarde, Rosario Ibarra de Piedra se levantó en contra de una nueva forma de tortura, la desaparición de personas. Su protesta antecede al levantamiento de las Madres de Plaza de Mayo con su pañuelo blanco en la cabeza por cada hijo desaparecido. "Vivos los llevaron, vivos los queremos".

La última pintora surrealista, Leonora Carrington pudo escoger vivir en Nueva York al lado de Max Ernst y el círculo de Peggy Guggenheim pero, sin saber español, prefirió venir a México con el poeta Renato Leduc, autor de un soneto sobre el tiempo que pienso decirles más tarde si me da la vida para tanto.

Lo que se aprende de niña permanece indeleble en la conciencia y fui del castellano colonizador al mundo esplendoroso que encontraron los conquistadores. Antes de que los Estados Unidos pretendieran tragarse a todo el continente, la resistencia indígena alzó escudos de oro y penachos de plumas de quetzal y los levantó muy alto cuando las mujeres de Chiapas, antes humilladas y furtivas, declararon en 1994 que querían escoger ellas a su hombre, mirarlo a los ojos, tener los hijos que deseaban y no ser cambiadas por una garrafa de alcohol. Deseaban tener los mismos derechos que los hombres.

"¿Quien anda ahí?" "Nadie", consignó Octavio Paz en "El laberinto de la soledad". Muchos mexicanos se ningunean. "No hay nadie" —contesta la sirvienta. "¿Y tú quien eres?" "No, pues nadie". No lo dicen para hacerse menos ni por esconderse sino porque es parte de su naturaleza. Tampoco la naturaleza dice lo que es ni se explica a sí misma, simplemente estalla.

Durante el terremoto de 1985, muchos jóvenes punk de esos que se pintan los ojos de negro y el pelo de rojo, con chalecos y brazaletes cubiertos de estoperoles y clavos arribaban a los lugares siniestrados, edificios convertidos en sándwich, y pasaban la noche entera con picos y palas para sacar
escombros que después acarreaban en cubetas y carretillas. A las cinco de la mañana, ya cuando se iban, les pregunté por su nombre y uno de ellos me respondió: "Pues póngame nomás Juan", no sólo porque no quería singularizarse o temiera el rechazo sino porque al igual que millones de pobres, su silencio es también un silencio de siglos de olvido y de marginación.

Tenemos el dudoso privilegio de ser la ciudad más grande del mundo: casi 9 millones de habitantes. El campo se vacía, todos llegan a la capital que tizna a los pobres, los revuelca en la ceniza, les chamusca las alas aunque su resistencia no tiene límites y llegan desde la Patagonia para montarse en el tren de la muerte llamado "La Bestia" con el sólo fin de cruzar la frontera de Estados Unidos.

En 1979, Marta Traba publicó en Colombia una "Homérica Latina" en la que los personajes son los perdedores de nuestro continente, los de a pie, los que hurgan en la basura, los recogedores de desechos de las ciudades perdidas, las multitudes que se pisotean para ver al Papa, los que viajan en autobuses atestados, los que se cubren la cabeza con sombreros de palma, los que aman a Dios en tierra de indios. He aquí a nuestros personajes, los que llevan a sus niños a fotografiar ya muertos para convertirlos en "angelitos santos", la multitud que rompe las vallas y desploma los templetes en los desfiles militares, la que de pronto y sin esfuerzo hace fracasar todas las mal intencionadas políticas de buena vecindad, esa masa anónima, oscura e imprevisible que va poblando lentamente la cuadrícula de nuestro continente; el pueblo de las chinches, las pulgas y las cucarachas, el miserable pueblo que ahora mismo deglute el planeta. Y es esa masa formidable la que crece y traspasa las fronteras, trabaja de cargador y de mocito, de achichincle y lustrador de zapatos —en México los llamamos boleros—. El novelista José Agustín declaró al regresar de una universidad norteamericana: "Allá, creen que soy un limpiabotas venido a más". Habría sido mejor que dijera "un limpiabotas venido a menos". Todos somos venidos a menos, todos menesterosos, en reconocerlo está nuestra fuerza. Muchas veces me he preguntado si esa gran masa que viene caminando lenta e inexorablemente desde la Patagonia a Alaska se pregunta hoy por hoy en qué grado depende
de los Estados Unidos. Creo más bien que su grito es un grito de guerra y es avasallador, es un grito cuya primera batalla literaria ha sido ganada por los chicanos.

Los mexicanos que me han precedido son cuatro: Octavio Paz en 1981,
Carlos Fuentes en 1987, Sergio Pitol en 2005 y José Emilio Pacheco en 2009. Rosario Castellanos y María Luisa Puga no tuvieron la misma suerte y las invoco así como a José Revueltas. Sé que ahora los siete me acompañan, curiosos por lo que voy a decir, sobre todo Octavio Paz.

Ya para terminar y porque me encuentro en España, entre amigos quisiera contarles que tuve un gran amor "platónico" por Luis Buñuel porque juntos fuimos al Palacio Negro de Lecumberri —cárcel legendaria de la ciudad de México—, a ver a nuestro amigo Álvaro Mutis, el poeta y gaviero, compañero de batallas de nuestro indispensable Gabriel García Márquez. La cárcel, con sus presos reincidentes llamados "conejos", nos acercó a una realidad compartida: la de la vida y la muerte tras los barrotes.

Ningún acontecimiento más importante en mi vida profesional que este premio que el jurado del Cervantes otorga a una Sancho Panza femenina que no es Teresa Panza ni Dulcinea del Toboso, ni Maritornes, ni la princesa
Micomicona que tanto le gustaba a Carlos Fuentes, sino una escritora que no puede hablar de molinos porque ya no los hay y en cambio lo hace de los andariegos comunes y corrientes que cargan su bolsa del mandado, su pico o su pala, duermen a la buena ventura y confían en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan.

Niños, mujeres, ancianos, presos, dolientes y estudiantes caminan al lado de esta reportera que busca, como lo pedía María Zambrano, "ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas".

Por todas estas razones, el premio resulta más sorprendente y por lo tanto es más grande la razón para agradecerlo.

El poder financiero manda no sólo en México sino en el mundo. Los que lo resisten, montados en Rocinante y seguidos por Sancho Panza son cada vez menos. Me enorgullece caminar al lado de los ilusos, los destartalados, los candorosos.

A mi hija Paula, su hija Luna, aquí presente, le preguntó: —Oye mamá, ¿y tú cuántos años tienes?

Paula le dijo su edad y Luna insistió:

—¿Antes o después de Cristo?

Es justo aclararle hoy a mi nieta, que soy una evangelista después de Cristo, que pertenezco a México y a una vida nacional que se escribe todos los días y todos los días se borra porque las hojas de papel de un periódico duran un día. Se las lleva el viento, terminan en la basura o empolvadas en las hemerotecas. Mi padre las usaba para prender la chimenea. A pesar de esto, mi padre preguntaba temprano en la mañana si había llegado el "Excélsior", que entonces dirigía Julio Scherer García y leíamos en familia. Frida Kahlo, pintora, escritora e ícono mexicano dijo alguna vez: "Espero alegre la salida y espero no volver jamás".

A diferencia de ella, espero volver, volver, volver y ese es el sentido que he querido darle a mis 82 años. Pretendo subir al cielo y regresar con

Cervantes de la mano para ayudarlo a repartir, como un escudero femenino, premios a los jóvenes que como yo hoy, 23 de abril de 2014, día internacional del libro, lleguen a Alcalá de Henares.

En los últimos años de su vida, el astrónomo Guillermo Haro repetía las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Observaba durante horas a una jacaranda florecida y me hacía notar "cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando". Esa certeza del estrellero también la he hecho mía, como siento mías las jacarandas que cada año cubren las aceras de México con una alfombra morada que es la de la cuaresma, la muerte y la resurrección.

Muchas gracias por escuchar.

 

 

Discurso íntegro de Elena Poniatowska

http://www.rtve.es/alacarta/videos/premio-cervantes/discurso-integro-elena-poniatowska-recoger-premio-cervantes/2526024/?fb_action_ids=10152405349784380&fb_action_types=og.recommends&fb_source=other_multiline&action_object_map=%5B718054898245704%5D&action_type_map=%5B%22og.recommends%22%5D&action_ref_map=%5B%5D

Pinchando en el enlace podéis ver el discurso por TVE

martes, 1 de abril de 2014

Mario Pérez "Kranke", el benjamín del taller.

 
Mario Pérez, Kranke para los amigos, es el benjamín del taller. Tiene 11 años y ha conseguido que un relato suyo se publique en la revista de la Fundación Jordi Sierra i Fabra.
¡Enhorabuena y muchos éxitos!
En el enlace de abajo podéis leer el cuento. Está en la página 88.


http://www.lapaginaescrita.com/wp-content/plugins/custom-content-library/magazine/2014/01/





viernes, 14 de marzo de 2014

Certamen Literario


XXIII CERTAMEN LITERARIO DE PROSA Y POESÍA  INFANTIL Y JUVENIL SANT JORDI 2014 (España)

12:04:2014
Género: Relato y poesía infantil y juvenil
Premio: lote de libros por valor de 65 euros
Abierto a:    Nacidos entre 1998 y 2004
Entidad convocante: BIBLIOTECA CAN MULÀ
País de la entidad convocante: España
Fecha de cierre: 12-04-2014

BASES
 
1. Puedes presentar un único trabajo en catalán o castellano en cada una de las siguientes modalidades: prosa o poesía.

2. El trabajo tendrá que ser inédito y nunca premiado anteriormente.

 3. Los trabajos se presentarán por cuadruplicado en tamaño DIN-A4 y tamaño de letra 12, a doble espacio por una sola cara. Las obras de la modalidad de prosa constarán de un máximo de dos páginas y las obras de la modalidad de poesía, de un máximo de 40 versos en total. Las obras podrán ser escritas a mano.
 www.escritores.org 
4. Los escritos deberán tener un título y no tienes que firmar. En un sobre adjunto tienes que poner el título y dentro una nota con tu nombre y apellidos, fecha de nacimiento, dirección y teléfono.

5. Las obras se entregaran o enviaran por correo ordinario o electrónico a:

 BIBLIOTECA CAN MULÀ
C/Alsina, 1 (Parc de Can Mulà)
08100 Mollet del Vallès
A/e: b.mollet.cm@diba.cat Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla

 Si los trabajos se envían por correo electrónico, los participantes recibirán un correo de confirmación por parte de la organización (sin este correo los trabajos no se darán por presentados).

6. El plazo de admisión finalizará el día 12 de abril de 2014 a las 13 h, tanto si los trabajos se presentan en la Biblioteca Can Mulà como si se envían por correo electrónico.

7. Las categorías de participación son las siguientes:

Categoría A: Nacidos los años 2002, 2003 i 2004
 Categoría B: Nacidos los años 1998, 1999, 2000 i 2001

A su vez, los participantes quedaran adscritos a cada una de las modalidades: prosa o poesía.

8. El jurado será elegido por la organización y su composición será comunicada antes de finalizar el período de presentación de los trabajos por medio de los diferentes medios de comunicación municipales. A su vez, también se recordará la composición del jurado durante el acto de entrega de premios.

9. Los premios de las categorías A y B están dotados de un lote de libros y distinción. Constan de las siguientes dotaciones para cada modalidad: prosa y poesía:

Primeros premios: lote de libros por valor de 65 euros
Segundos premios: lote de libros por valor de 50 euros
Terceros premios: lote de libros por valor de 35 euros

10. Los autores ganadores tendrán que recoger su premio personalmente durante un acto de entrega de premios que tendrá lugar el sábado 26 de abril a las 6 de la tarde en el auditorio del Centro Cultural La Marineta.

 11. Ningún concursante podrá obtener los dos premios de una misma categoría, modalidad y lengua.

 12. El fallo del jurado será inapelable y cualquier interpretación de las bases se someterá a su arbitraje.

 13. Los originales no premiados podrán ser recuperados a partir de la fecha de entrega de los premios y dentro de un plazo de treinta días.

14. Si algún concursante ya hubiera participado en la edición anterior obteniendo el primer premio en una determinada modalidad, y por calidad le volviera a corresponder, el jurado sustituirá este premio por un reconocimiento público. Las obras ganadoras serán publicadas en la página web del Ayuntamiento de Mollet del Vallès y en la página web de la Biblioteca Can Mulà.

 15. La participación en este certamen implica la total aceptación de las presentes bases.

 

Día de osos

Día de osos
por Ana Manso
 
 
 
 
 


El día comienza como otro cualquiera, tremendamente aburrido.
Me levanto sobre las patas traseras, me estiro y rujo para
desperezarme. Los otros osos levantan levemente la cabeza para
mirarme con aire cansado.
Hace ya unos cuantos meses, no sabría decir cuántos, el pasotismo se ha instalado en esta parte del zoo en la que, contra nuestra voluntad vivimos.
Me tiro al agua y cuando estoy en medio de mi baño llega el peor

momento del día, el primer animal bípedo se acerca a nuestro
recinto, nos observa a través del cristal, saca una foto y se larga a
ver la siguiente especie y a repetir el proceso. Ellos se denominan
a si mismo humanos, me da igual, sea cual sea su nombre siguen
siendo una raza tremendamente pesada y, por si fuera poco, los
culpables de que estemos encerrados.
El siguiente grupo de humanos que viene es una familia y… ¡Oh no, tienen niños pequeños! , tres para ser exactos. Las dos niñas gemelas , más mayores,  pegan la cara al cristal y empiezan a hacer muecas dejando sus babas en él; esto ya roza lo ridículo. Los padres están hablando entre ellos ignorándome de forma descarada y de repente el niño pequeño empieza a dar golpes con el puño en la mampara que nos separa, esto pasa más a menudo de lo que me gustaría reconocer, la verdad es que no entiendo lo que pretenden, ¿creen que me voy a acercar y a bailar para ellos o algo parecido? en fin…, pienso mientras me alejo todo lo que puedo de ellos, esto ha sido suficiente por hoy.

martes, 18 de febrero de 2014

La rana que quería ser una rana auténtica. AUGUSTO MONTERROSO

 Augusto Monterroso

Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.

Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.

Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica.

Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.

Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.

sábado, 15 de febrero de 2014

Maratón de la escuela de cuenta cuentos.

AQUÍ SE CELEBRARÁ la tercera maratón de la Escuela de Cuentacuentos, el sábado 22 de febrero, de 12 de la mañana a 3 de la tarde. Será en la Casa del lector, en el antiguo Matadero. Plaza de Legazpi.

lunes, 10 de febrero de 2014

Consejos para jóvenes escritores, por Ray Bradbury

Open Culture ha publicado recientemente un resumen de los doce consejos para jóvenes autores de Ray Bradbury. Como ocurre siempre en todo este tipo de decálogos o dodecálogos sobre la escritura, podemos estar más o menos de acuerdo con ellos, pero siempre son interesantes para echarles un vistazo. Así que aquí van:
Ray Bradbury

1. No empieces escribiendo novelas.

Llevan demasiado tiempo. Comienza tu escritura con relatos cortos, al menos uno a la semana. Dedica un año a hacerlo; Ray dice que es imposible escribir 52 malas historias seguidas. Él esperó hasta tener 30 años antes de escribir su primera novela, Fahrenheit 451. “Valió la pena la espera, ¿verdad?”

2. Puedes amarlos, pero no puedes ser ellos.

Ten en cuenta que, inevitablemente, consciente o inconscientemente, intentarás imitar a tus escritores favoritos, del mismo modo que él intentó imitar a H.G. Wells, Jules Verne, Arthur Conan Doyle o L. Frank Baum.

3. Examina los cuentos de “calidad”.

Bradbury sugiere Roald Dahl, Guy de Maupassant, o los menos conocidos Nigel Kneale y John Collier. Sin embargo, el material de hoy en día del New Yorker no le parece recomendable, ya que le parece que sus historias no contienen metáforas.

4. Amuebla tu cabeza.

Ray Bradbury sugiere un curso de lectura a la hora de dormir: un cuento, un poema (pero de Pope, Shakespeare o Frost, no “basura” moderna), y un ensayo. Estos ensayos deben provenir de diversidad de campos, incluidas la arqueología, zoología, biología, políticas y literatura. Tras mil noches, estarás lleno de cosas!

5. Aléjate de los amigos que no creen en ti.

¿Se meten con tus ambiciones de escritura? Despídelos sin demora.

6. Vive en la biblioteca.

Ray no fue a la universidad, pero sus insaciables ansias de lectura le permitieron graduarse en la biblioteca a los 28 años.

7. Enamórate de películas.

Preferiblemente de las antiguas.

8. Disfruta escribiendo.

Ray nos comenta que escribir no es un negocio serio. Si escribir una historia empieza a parecerse a un trabajo, apártala y empieza otra que no lo sea.

9. No planees ganar dinero.

Ray y su mujer, quien “juró voto de pobreza al casarse con él”, tuvieron 37 golpes con el coche antes de poder permitirse comprar uno nuevo.

10. Anota diez cosas que ames y diez cosas que odies.

Luego escribe sobre ellas. Haz lo mismo con tus miedos.

11. Escribe cualquier cosa vieja que te venga a la cabeza.

Ray recomienda la asociación de palabras para romper cualquier bloqueo creativo.

12. Recuerda, con la escritura lo que estás buscando…

…es sólo una persona que venga y te diga: “te quiero por lo que haces”. O, en su defecto, estás buscando alguien que aparezca y te diga: “No estás tan loco como la gente dice.”

domingo, 26 de enero de 2014


BASURA, por Álvaro García.

Nadábamos en la mierda que inundaba la ciudad. Era plenamente feliz, rectifico, éramos plenamente felices, la gente ya no se tiraba desde los balcones más que para caer sobre las cantidades de basura que adornaban las aceras. El resto sin despegarse del televisor, socialmente aceptado como contenedores  individuales, donde la gente depositaba su esperanza, y ésta era devuelta  en pequeñas dosis de calmantes. Y cuanto más tomábamos, menos nos importaba revolcarnos en el fango, y cuanto más nos ahogábamos en esta mierda social, más reíamos.

Así fue como aprendimos a nadar en el lodo.

sábado, 11 de enero de 2014

 
SOLA
por Ángela Sánchez
 
 
 
Caminaba por los pasillos del colegio, sintiéndose mal por todo lo ocurrido y por haberle mentido a su mejor amigo, desde que tenían por lo menos cinco años. Lo había hecho, por primera vez en su vida. Se sentó en frente de una pared gris, deseando no existir y que se la tragase la tierra. Cerró los ojos y sintió despegar del suelo, abandonar el colegio, sentirse libre y no volver jamás. Tocaba las nubes, su rostro se humedecía, y el aire la animaba a seguir subiendo. Alguien, entre el silencio, gritaba su nombre, desde la distancia, pero ella no oía más que un lejano murmullo. Se tumbó en una nube, y sintió la suavidad de la misma, hundiéndose en ella... La voz se acercaba más, y podía notar que alguien se aproximaba. Descendió ligeramente y de pronto tocó el suelo. Abrió los ojos. Estaba sentada en el pasillo frío, frente a la pared gris.