miércoles, 11 de mayo de 2016

ATRAPADO, por Bahía Ayos Battioni






La habitación se llena de conversaciones secas. Son murmullos lejanos indescifrables que retumban en mi cabeza. Distingo varios tonos, no sé de quién; me hallo a oscuras. Lo único que puedo percibir es la frialdad de las paredes y el desnudo suelo. No sé cuánto tiempo llevo aquí, solo sé que  se me ha olvidado cómo es el sol. Me encuentro solo, ni siquiera con mis propios pensamientos; las voces los bloquean. 

Me acuerdo de cuando acababa de aparecer por aquí, cuando aún tenía la esperanza de que alguien me rescatase. Estaba confuso, desesperado por librarme de las entrañas de este sitio. Ya no me molesto en producir alaridos sordos, es inútil. La noción del tiempo es borrosa; no existe el día y la noche, solo su ausencia. 


Escucho algo: el forcejeo de una puerta que quiere abrirse. Volteo mi cabeza hacia el origen del ruido. Una luz me ciega, mas consigo acostumbrarme al resplandor. Una sombra interrumpe la luz. En cuanto se atenúa el brillo, consigo ver su rostro. Al principio me resulta ajeno, pero luego lo reconozco: era yo.