martes, 5 de febrero de 2013

EUDORA WELTY.
La palabra heredada (1983)

"A los dos años me enseñaron que cualquier habitación de nuestra casa, a cualquier hora del día, podría ocuparse para leer, y sobre todo para hacerlo en voz alta a quien quisiera escuchar. A mí me leía mi madre. Me solía leer por las mañanas en el dormitorio grande, juntas las dos en una mecedora que crujía al compás de nuestros movimientos, como una cigarra que acompañara el desarrollo del relato. Me leía en el comedor durante las tardes del invierno, ante el fuego de carbón, y la historia la terminaba el reloj con su cucú, y me leía por la noche, cuando yo me acostaba. Creo que no le di un solo respiro. A veces me leía incluso en la cocina, mientras batía la mantequilla, y el sonido del mortero repicaba a la par que el cuento, cualquiera que eligiese".