Blog creado por el taller de jóvenes escritores impartido por Carmen Peire, para compartir relatos de jóvenes, aficiones literarias, libros y todo lo relacionado con la literatura
sábado, 24 de diciembre de 2016
miércoles, 14 de diciembre de 2016
viernes, 2 de diciembre de 2016
El contrabajo. Por María Moreno Maldonado
Miles de
vibraciones introducidas en mí. El cable sube suspendido en el aire y, a pesar
de estar únicamente encajado en mi clavija, siento como si, a la vez, estuviera
en quien me porta. Me encanta que ella me toque. Sus manos suaves deslizándose
por mis cuerdas, tocando miles de melodías. Apoteósico, siento que siempre
estoy entre sus brazos.
Un día, me
abandona. Pienso que ya no le gusta tocarme ni recorrer mi mástil ni rozar sus
caderas con mi cuerpo. Me siento horriblemente frustrado, ya no soy lo
suficientemente bueno para ella. Mis cuerdas, desgastadas de tanto uso, ya no
son efectivas. Busca otros instrumentos, dice que quiere cambiar de aires...
Ahora se dedica a aprender nuevas melodías que le sería imposible tocar
conmigo. Antes formábamos una simbiosis espectacular, ahora quizá hablaríamos
más de parasitismo.
Sin embargo,
volvemos al inicio. Estando, de nuevo, juntos. Recupero la confianza que un día
perdí y renuevo la fe en ella, confiando que esta vez no me abandonará. Pasan
los días y todo sigue igual: ella y yo, parece que ha olvidado todo lo demás.
Sólo se centra en mí y en el vaivén de sus dedos
acariciándome. Cambia aquellas cuerdas desgastadas, me limpia cada día. Me
cuida como si de su hijo se tratase, y crecemos juntos.
Por desgracia,
llega un momento en que un hijo y su madre han de separarse y me vuelve a
abandonar. Vuelve a mí la frustración y la tristeza. Me falta energía, ya no me
enchufa nunca... El amplificador se siente igual
que yo. Nosotros nos entendemos aunque me da la sensación de que nadie más lo
hace.
Pero, cuando veo
perdida toda la esperanza, regresa a mí. Viene
pidiendo auxilio, seguir con alguien que no sea yo se le hace cuesta arriba.
Tanto que se deprime, ya no me toca como antes. Ya no confío en ella pues me da
la sensación de que no es la misma. Cada vez se frustra más. Me tira al suelo
como si me culpara de todos sus problemas cuando, sin embargo, soy su única vía
de escape. Me hace daño, pero parece darle igual.
Comenzamos el
bucle de nuevo.
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