lunes, 21 de febrero de 2011

IMPACIENCIA, Coral Tejero



Fuera, nieva. Observo la lentitud de los copos. Estoy aburrido. De vez en cuando deja de nevar y empieza a llover. La lluvia derrite la nieve acumulada. Cuando las gotas dejan de caer, ésta vuelve a posarse sobre el suelo humedecido para más tarde ser arrasada por la lluvia. Concentrado en observar este círculo meteorológico, dejo pasar las horas. Ya he recorrido la casa mil veces, he dejado mordisqueados varios bolígrafos por los nervios y he ido a beber agua. El aburrimiento es tal que dormito un rato intentando que el tiempo pase más deprisa. Al poco me levanto más cansado de lo que me acosté y vuelvo a observar la ventana.
Ha dejado de nevar y parece que la lluvia amaina. Me siento alerta frente a la ventana y miro con fijeza la lluvia que cae, intentando frenarla con la mirada. Tras un par de horas y varias visitas a la cocina buscando algo apetitoso, me percato de que ha dejado de llover. Con infinita alegría corro hacia el dormitorio principal y golpeo la puerta intentando llamar la atención de Sandra. Ella se gira y sonríe con dulzura. Con sólo ver mis ojos, sin ninguna palabra, ya sabe lo que quiero. Se coloca el abrigo sobre los hombros y se calza las botas. Yo llevo tiempo preparado para salir, de tanta impaciencia.
Nos dirigimos a la puerta juntos, acompañando los pasos del otro. Ella abre y yo me adelanto hacia el exterior. Libertad, por fin, libertad, siempre he odiado estar entre cuatro paredes durante demasiado tiempo.
Corro y salto por el pavimento con la energía propia de un niño. Sandra me mira con una sonrisa en el rosto y y gesto protector. De vez en cuando giro la cabeza hacia ella y la invito a unirse a mis juegos infantiles.
Tras un rato disfrutando de la calle, veo que Sandra se aproxima. Primero me acaricia la cabeza con ternura y peina con los dedos mi pelo castaño. Finalmente se agacha y me coge en brazos, rodeándome con cuidado. Cuando entramos de nuevo por la puerta de casa ladro alegremente, mostrando mi deseo de repetir pronto el paseo con mi ama.

jueves, 17 de febrero de 2011

CERTAMEN LITERARIO DE RELATO JOVEN


Certamen Literario "El Fungible" 2.011
El Ayuntamiento de Alcobendas promueve una nueva convocatoria. Podrán participar en el XX Concurso de Relatos todos los jóvenes de 15 a 35 años que concurran con obras inéditas y originales, escritas en castellano y una extensión máxima de diez páginas, escritas por una cara y a doble espacio. Máximo dos obras por autor, por duplicado, mediante sistema de lema y plica. 1.500 euros para la mejor obra y 500 euros para los dos finalistas. Todo ello será así mismo publicado. ¿Quién se anima? Aún hay tiempo, es hasta el 13 de Mayo. Más información en http://www.alcobendas.org/. Sección cultura.

lunes, 7 de febrero de 2011

Cambios

GUANTES, Paloma Caramelo


Siempre llevo guantes y paso gran parte del tiempo de bolsillo en bolsillo. Cojo y me largo, arranco y me escurro, rasgo, sustraigo, amordazo. Juego alrededor de un barrio, edificios altos y mujeres con grandes bolsos y jugosas tarjetas de crédito. Me reflejo en los cristales de las oficinas, en las que a menudo entro a hacer visitas a mi amiga acorazada.
Con el dorso de la mano acaricio la manga de abrigos ajenos y choco contra peatones despistados que se cruzan en mi camino. Al caer la noche salgo en busca de aventuras y me quedo horas agarrado a una farola, esperando la víctima perfecta. Mi rincón favorito de la ciudad es el lugar ajeno.
Esta noche voy a juguetear un poco. Saco un cigarro del bolsillo trasero del pantalón y lo enciendo con calma. Soy irresistiblemente atractivo cuando fumo, y las cuentas bancarias de las mujeres siempre me han vuelto loco. Entro en un restaurante bastante caro y le hago señas al camarero para que me traiga una copa a la barra. Está fría y mojada por fuera. La seco con elegencia y bebo poco a poco mientras observo la jugada maestra: una pelirroja vestida de granate al fondo de la sala, enfadada y hablando por el móvil. ¡Bingo! Esta noche me enredaré en su pelo, en una habitación lujosa y con muchos ventanales, escurriéndome entre las suaves texturas de las sábanas, la moqueta, el terciopelo de los sofás... Y cuando ella se levante, mis guantes se habrán marchado con su más preciado tesoro.