
Ella se despertó en una habitación pequeña. Miró a su alrededor. A la derecha, unas sábanas tiradas. Enfrente había una mesa y sobre ella el morro de una botella de plástico que goteaba una bebida oscura. Por la ventana entraba luz. En el suelo, una capa de patatas y fritos variados mezclados con las bebidas de las botellas. Había ese olor dulce de los refrescos, pero con el contraste amargo de los ganchitos en descomposición. Detrás de una bolsa de patatas se encontraba una zapatilla Vans, con una base plana y encima un semicírculo. Era de color negro, con unos cordones verdes extremadamente chillones.
Cuando él se despertó, también miró a su alrededor. Al fondo había algo que desentonaba. Una bota femenina, marrón oscura y lisa, de no ser por la cremallera disimulada a un lado. Por detrás se veía el tacón de aguja. ¡Qué fea!
Ella se acercó a él. El suelo crujió como al masticar una galleta que, por los fritos empastados, hacía que tuviese picos.
¿Qué hacía acercándose a él? Esa asquerosidad de bota solo serviría como alimento para las ratas en un vertedero. Se alejó de ella. ¿Qué quería insinuar?
- Una fiesta preciosa, espero que volvamos a vernos otra noche, dijo la bota.
¿Qué?, pensó. ¿Voy a tener que verla otra vez?