Día de osos
por Ana Manso
El día comienza como otro cualquiera, tremendamente aburrido.
Me levanto sobre las patas traseras, me estiro y rujo para
desperezarme. Los
otros osos levantan levemente la cabeza para
mirarme con aire cansado.
Hace ya unos cuantos meses, no sabría decir cuántos, el
pasotismo se ha instalado en esta parte del zoo en la que, contra nuestra
voluntad vivimos.
Me tiro al agua y cuando estoy en medio de mi baño llega el
peor
momento del día, el primer animal bípedo se acerca a nuestro
recinto, nos observa
a través del cristal, saca una foto y se larga a
ver la siguiente especie y a
repetir el proceso. Ellos se denominan
a si mismo humanos, me da igual, sea cual
sea su nombre siguen
siendo una raza tremendamente pesada y, por si fuera poco,
los
culpables de que estemos encerrados.
El siguiente grupo de humanos que viene es una familia y… ¡Oh
no, tienen niños pequeños! , tres para ser exactos. Las dos niñas gemelas , más
mayores, pegan la cara al cristal y
empiezan a hacer muecas dejando sus babas en él; esto ya roza lo ridículo. Los
padres están hablando entre ellos ignorándome de forma descarada y de repente
el niño pequeño empieza a dar golpes con el puño en la mampara que nos separa,
esto pasa más a menudo de lo que me gustaría reconocer, la verdad es que no
entiendo lo que pretenden, ¿creen que me voy a acercar y a bailar para ellos o
algo parecido? en fin…, pienso mientras me alejo todo lo que puedo de ellos,
esto ha sido suficiente por hoy.
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