domingo, 17 de julio de 2011

Locura Bicéfala, por Inés Herrero


Se creía dueño de dos cabezas.

Aseguraba que, cada vez que se miraba el pecho veía dos grandes ojos azabache que vigilaban todos sus movimientos. Cuando se veía reflejado en el espejo se describía a sí mismo como "una enorme bellota calva, con desorbitadas orejas de murciélago"; era una auténtica locura conversar con este hombre, y más aún si hacía hablar a su tripa garabateada.

Me alegro de haberle conocido antes de su terrible transformación – no penséis mal de mí, no es que me guste ir por la vida dialogando con dementes - ¿cómo iba a sospechar que mi propio jardinero estuviera más allá que acá?

Creo que me dí cuenta en nuestro primer diálogo medianamente largo, fue algo así:

- Buenos días señor – dijo cordialmente una mañana.

- Buenos días, Bill – contesté - ¿qué tal han amanecido los rosales?

- ¿Los rosales?... – dijo un poco perdido- Sí, idiota, los rosales de la entrada – se contestó en un susurro a sí mismo – amanecieron rojos, como siempre.

- ¿Te encuentras bien chico?

- ¿Quién yo? – no me podía creer la escena – o contestas rápido bellota, o crecerán tus horribles orejas – se dijo enfadado, con un tono bajo de voz – sí señor, tan bien como siempre.

- Claro Bill. Creo que voy a irme a mi despacho, que tengas un buen día.

- Sí señor, tan bueno como siempre.

Al principio este mal era pequeño, pero a medida que pasaban los días el hombre se obsesionó con que, el rostro malvado de su pecho, se estaba intentando apoderar de él; y algunas noches, se podían escuchar unos agudos chillidos de horror, que se apagaban con una risa perversa de malo de película.

Cuando trataba con Bill en mi casa, se le podía considerar una gran persona. Siempre preocupado por la perfección uniforme de los setos, por arrancar las malas hierbas, por cuidar las flores y por regar todas las plantas... pero de vez en cuando tenía días malos.

Hubo varias ocasiones en las que llegaba decaído, con ojeras. Tenía la extraña sensación de que me vigilaba; uno de estos días podó dos setos en forma de cabeza, decapitó a media docena de rosas y cortó el césped en forma de espiral.

Durante esa semana era aterrador mirar a mi pobre jardín, pero pasados los días volvía la uniformidad; se plantaban más flores y el césped crecía, era como si no recordase lo ocurrido.

A la mañana siguiente amanecía con los ojos pintados de negro carbón, una bellota pegada con celo bajo la camisa y un par de orejas de murciélago dibujadas desde la tripa hasta el cuello; era realmente molesto que te mirara con esa escalofriante sonrisa de loco.

Pero gracias a dios, todo ha terminado, el chico se ha marchado de nuevo a Irlanda, a pasar una temporada con su familia y yo tengo un nuevo jardinero.

Jake es serio, responsable y trabajador... lo único extraño que he observado en él, es que de vez en cuando parece como si hablara con los rosales. Serán imaginaciones mías.

Ahora que lo pienso, ¿no dijo Bill que tenía un primo jardinero?