
Blog creado por el taller de jóvenes escritores impartido por Carmen Peire, para compartir relatos de jóvenes, aficiones literarias, libros y todo lo relacionado con la literatura
jueves, 27 de octubre de 2011

domingo, 9 de octubre de 2011
miércoles, 7 de septiembre de 2011
domingo, 17 de julio de 2011
Locura Bicéfala, por Inés Herrero

Se creía dueño de dos cabezas.
Aseguraba que, cada vez que se miraba el pecho veía dos grandes ojos azabache que vigilaban todos sus movimientos. Cuando se veía reflejado en el espejo se describía a sí mismo como "una enorme bellota calva, con desorbitadas orejas de murciélago"; era una auténtica locura conversar con este hombre, y más aún si hacía hablar a su tripa garabateada.
Me alegro de haberle conocido antes de su terrible transformación – no penséis mal de mí, no es que me guste ir por la vida dialogando con dementes - ¿cómo iba a sospechar que mi propio jardinero estuviera más allá que acá?
Creo que me dí cuenta en nuestro primer diálogo medianamente largo, fue algo así:
- Buenos días señor – dijo cordialmente una mañana.
- Buenos días, Bill – contesté - ¿qué tal han amanecido los rosales?
- ¿Los rosales?... – dijo un poco perdido- Sí, idiota, los rosales de la entrada – se contestó en un susurro a sí mismo – amanecieron rojos, como siempre.
- ¿Te encuentras bien chico?
- ¿Quién yo? – no me podía creer la escena – o contestas rápido bellota, o crecerán tus horribles orejas – se dijo enfadado, con un tono bajo de voz – sí señor, tan bien como siempre.
- Claro Bill. Creo que voy a irme a mi despacho, que tengas un buen día.
- Sí señor, tan bueno como siempre.
Al principio este mal era pequeño, pero a medida que pasaban los días el hombre se obsesionó con que, el rostro malvado de su pecho, se estaba intentando apoderar de él; y algunas noches, se podían escuchar unos agudos chillidos de horror, que se apagaban con una risa perversa de malo de película.
Cuando trataba con Bill en mi casa, se le podía considerar una gran persona. Siempre preocupado por la perfección uniforme de los setos, por arrancar las malas hierbas, por cuidar las flores y por regar todas las plantas... pero de vez en cuando tenía días malos.
Hubo varias ocasiones en las que llegaba decaído, con ojeras. Tenía la extraña sensación de que me vigilaba; uno de estos días podó dos setos en forma de cabeza, decapitó a media docena de rosas y cortó el césped en forma de espiral.
Durante esa semana era aterrador mirar a mi pobre jardín, pero pasados los días volvía la uniformidad; se plantaban más flores y el césped crecía, era como si no recordase lo ocurrido.
A la mañana siguiente amanecía con los ojos pintados de negro carbón, una bellota pegada con celo bajo la camisa y un par de orejas de murciélago dibujadas desde la tripa hasta el cuello; era realmente molesto que te mirara con esa escalofriante sonrisa de loco.
Pero gracias a dios, todo ha terminado, el chico se ha marchado de nuevo a Irlanda, a pasar una temporada con su familia y yo tengo un nuevo jardinero.
Jake es serio, responsable y trabajador... lo único extraño que he observado en él, es que de vez en cuando parece como si hablara con los rosales. Serán imaginaciones mías.
Ahora que lo pienso, ¿no dijo Bill que tenía un primo jardinero?
domingo, 20 de marzo de 2011
JORGE LUIS BORGES. EL ESTUPOR
Serían las siete de la tarde, un domingo. La plaza rebosaba de gente. Como siempre, ahí estaba Rivarola caminando despacio, con su clavel en el ojal y su ropa negra. iba con su sobrina. De golpe la apartó, se sentó en cuclillas en el suelo y se puso a aloetear y a cacarear como si fuera un gallo. La gente le abrió cancha, asustada. ¡Un hombre de respeto como el Pardo, haciendo esas cosas, a la vista y paciencia de todo Morón y en un día domingo! A la media cuadra dobló y, siempre cacareando y aleteando, se metió en la casa de Moritán. Empujó la puerta cancel y de un brinco estuvo en el patio. La turba se agolpaba en la calle. Moritán, que oyó la alharaca, se vino desde el fondo. Al ver ese monstruoso enemigo, que se le abalanzaba, quiso ganar las piezas, pero un balazo lo alcanzó y después otro. A Rivarola se lo llevaron entre dos vigilantes. El hombre forcejeó, cacareando.
Al mes estaba en libertad. El médico forense declaró que había sido víctima de un brusco ataque de locura. ¿Acaso el pueblo entero no lo había visto, conduciéndose como un gallo?"
(De El oro de los tigres. 1972)
domingo, 13 de marzo de 2011

Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción (Una habitación propia)
El lector que haya intimado con las severidades del trabajo de redactar no necesitará pormenores: cómo escribió y le pareció bueno; releyó y le pareció vil: corrigió y rompió; omitió; agregó, conoció el éxtasis, la desesperación: tuvo sus buenas noches y sus malas mañanas; atrapó ideas y las perdió; vio su libro concluido y se le ´borró; personificó sus héroes mientras comía; los declamó al salir a caminar; rió y lloró; vaciló entre uno y otro estilo; prefirió a veces el heroico y pomposo; otras el directo y sencillo... y no llegó nunca a saber si era el genio más sublime o el mayor mentecato de la historia (Orlando)
No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente.
Sí, siempre mantened los clásicos a mano para prevenir la caída.
Escribir constituye el placer más profundo, que te lean es solo un placer superficial.