Alejandro Millán
Llegó un día a mi puerta preguntando por el piso que alquilaba. En un principio no encontré nada raro en él, excepto su particular manera de poner los brazos y lo obeso que estaba.
Después me llamó la atención la gran cantidad de sacos de té que compraba. Un día subí para preguntarle por su afición a esta bebida. Me lo encontré inclinado de lado sobre una taza con la mano casi tocándola.
- ¿Qué hace?, le pregunté.
- Estoy sirviendo té, ¿quiere un poco?
- ¡Pero si no hay ninguna tetera!
- Yo soy la tetera. ¿Es que no me ve? Soy de pura fabricación británica.
- ¿Perdón?
- ¿Qué le pasa? Bueno, ¿quiere una taza de té o no?
- Voy a llamar a un manicomio, usted no es una tetera.
- ¿Que yo no soy una tetera? Al que se lo van a llevar es a usted, que es el que tiene visiones.
Me abalancé al teléfono y llamé a urgencias.
- ¿Qué pasa?, dijo el loquero al entrar.
- Ese señor, que se cree una tetera, dije.
- ¿Y qué diría usted que es?
- ¿Cómo que qué es? ¡Una persona!
- Perdone señor, acompáñenos que tenemos que hacerle unas preguntas, me dijo mientras me obligaba a meterme en el coche y mi inquilino seguía intentando echar té por la mano.
¡Cómo me gusta este cuento, Alex, qué bien te ha quedado!
ResponderEliminarMe gusta mucho el cuento, tiene varios giros del argumento que sorprenden, el autor parece controlar bastante bien la ´técnica, y el lector lo agradece...
ResponderEliminarMe gusta el relato.El argumento te lleva hacia un final imprevisto. ¿Qué tal una ambulancia en vez de un coche que le da un aire más policial? ¿O es precisamente lo que buscas?. Me gusta. Ánimo. Sigue escribiendo.
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