Todavía recuerdo el primer día en
el que llegué a su casa. Un señor barbudo que vestía un jersey negro y olía a
perfume con aroma a naranja, tocaba mi manillar con delicadeza mientras me
dirigía por los estrechos pasillos de la tienda.
En su mirada se apreciaba la prisa por
llegar y también una expresión enigmática que no pude descifrar, como si
no quisiera que nadie se enterase de mi existencia, parecido a un plan secreto
que se cuentan los hermanos para ocultar a sus padres lo que han hecho.
Descifré las
intenciones que tenía aquel hombre que me había apartado de la tienda. Fue un
día de Reyes en el que conocí a Adam, un chico atlético de 11 años con una
brillante sonrisa y un gusto apasionante por el arte. Nos hicimos
amigos enseguida.
Tanto en verano como en invierno disfrutábamos de
aventuras por el parque del Retiro o por calles totalmente nuevas para mí,
compartíamos momentos íntimos y parecíamos uña y carne. Cuando no
estaba, sentía una soledad tremenda porque con él me divertía, aunque mis
ruedas rozasen el barro de un día de lluvia o mis pedales se enredasen
poco a poco con la hierba.
Él tocaba mis pedales y era como si estuviese volando
por el cuadro de La noche estrellada de Van Gogh, mientras soñábamos que
podíamos conseguirlo todo.
Pero todo eso se acabó cuando fue creciendo, no le quedaba tiempo para vivir aventuras
conmigo y le venía pequeño.
Sentí su pérdida, mirando mis ruedas desgastadas llenas de experiencias muy divertidas y recuerdos, como
aquella vez que después de un día lluvioso me limpió el sillín al ritmo de rock.
Vivía con la esperanza de que algún día volviera a mí y se adentrara en aventuras, como cuando era pequeño y pintaba en mis
barras fragmentos de La noche
estrellada, su cuadro favorito.
Pero no. Ya era mayor, aunque seguía
interesado en el arte, el teatro y la música, con la misma intensidad que
cuando le conocí.
Había que despedirse, me quedaría
en el desván esperando a que viniese un niño nuevo a la familia, para volver a
jugar y explorar mil sitios distintos…¡Cada persona es un mundo!
Ánimo Lucía. Y enhorabuena por esta bicicleta-Van Gogh
ResponderEliminarjaja Muchas gracias por animarme
EliminarMuy bueno Lucía, me encanta el final
ResponderEliminarJaja me pareció el final más apropiado :D me alegra que te guste
EliminarME ENCANTA ❤
ResponderEliminarOhh muchas gracias 😍😍
EliminarMe ha gustado mucho, sinceramente.
ResponderEliminarCon tu permiso, lo comparto para que mis amigos te lean.
Me encantaría, muchas gracias
EliminarEnhorabuena! Me ha gustado mucho!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMuchas gracias, me alegro mucho
Eliminarcada dia mejor muy bien lucia
ResponderEliminarGracias
EliminarSolo los privilegiados dotados de un corazón sensible son capaces de transmitir sentimientos, tu lo has logrado, enhorabuena Lucía, mejoras a pasos agigantados
ResponderEliminarjajaja muchisimas gracias :D poco a poco he mejorado bastante
EliminarLucia, me encanta tu relato. Es tan bonito conseguir transmitir tanto con las palabras...
ResponderEliminarSigue, sigue, y sigue.
Vuela por tu noche estrellada.