martes, 7 de febrero de 2017

NOSTALGIA SOBRE RUEDAS. Por Lucía García Díaz-Miguel

Todavía recuerdo el primer día en el que llegué a su casa. Un señor barbudo que vestía un jersey negro y olía a perfume con aroma a naranja, tocaba mi manillar con delicadeza mientras me dirigía por los estrechos pasillos de la tienda.
En su mirada se apreciaba la prisa por llegar y también una expresión enigmática que no pude descifrar, como si no quisiera que nadie se enterase de mi existencia, parecido a un plan secreto que se cuentan los hermanos para ocultar a sus padres lo que han hecho.
 Descifré las intenciones que tenía aquel hombre que me había apartado de la tienda. Fue un día de Reyes en el que conocí a Adam, un chico atlético de 11 años con una brillante sonrisa y un gusto apasionante por el arte. Nos hicimos amigos enseguida.
Tanto en verano como en invierno disfrutábamos de aventuras por el parque del Retiro o por calles totalmente nuevas para mí, compartíamos momentos íntimos y parecíamos uña y carne. Cuando no estaba, sentía una soledad tremenda porque con él me divertía, aunque mis ruedas rozasen el barro de un día de lluvia o mis pedales se enredasen poco a poco con la hierba.
Él tocaba mis pedales y era como si estuviese volando por el cuadro de La noche estrellada de Van Gogh, mientras soñábamos que podíamos conseguirlo todo.
Pero todo eso se acabó cuando fue creciendo,  no le quedaba tiempo para vivir aventuras conmigo y le venía pequeño.
Sentí su pérdida, mirando mis ruedas desgastadas llenas de experiencias muy divertidas y recuerdos, como aquella vez que después de un día lluvioso me limpió el sillín al ritmo de  rock.
Vivía con la esperanza de que algún día volviera a mí y se adentrara  en aventuras, como  cuando era pequeño y pintaba en mis barras  fragmentos de La noche estrellada, su cuadro favorito.


Pero no. Ya era mayor, aunque seguía interesado en el arte, el teatro y la música, con la misma intensidad que cuando le conocí. 
Había que despedirse, me quedaría en el desván esperando a que viniese un niño nuevo a la familia, para volver a jugar y explorar mil sitios distintos…¡Cada persona es un mundo!

16 comentarios:

  1. Ánimo Lucía. Y enhorabuena por esta bicicleta-Van Gogh

    ResponderEliminar
  2. Muy bueno Lucía, me encanta el final

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jaja me pareció el final más apropiado :D me alegra que te guste

      Eliminar
  3. Me ha gustado mucho, sinceramente.
    Con tu permiso, lo comparto para que mis amigos te lean.

    ResponderEliminar
  4. Solo los privilegiados dotados de un corazón sensible son capaces de transmitir sentimientos, tu lo has logrado, enhorabuena Lucía, mejoras a pasos agigantados

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jajaja muchisimas gracias :D poco a poco he mejorado bastante

      Eliminar
  5. Lucia, me encanta tu relato. Es tan bonito conseguir transmitir tanto con las palabras...
    Sigue, sigue, y sigue.
    Vuela por tu noche estrellada.

    ResponderEliminar