Blog creado por el taller de jóvenes escritores impartido por Carmen Peire, para compartir relatos de jóvenes, aficiones literarias, libros y todo lo relacionado con la literatura
lunes, 17 de diciembre de 2012
Microrréplicas. Blog de Andrés Neuman: 10 microapuntes sobre micronarrativa
Microrréplicas. Blog de Andrés Neuman: 10 microapuntes sobre micronarrativa: 1. No es lo mismo lo breve que lo corto: lo breve calla a tiempo, lo corto antes de tiempo. 2. La vocación de todo microcuento es c...
domingo, 9 de diciembre de 2012
Rojo
III
Alex Millán
Rojo.
Fue el primer pensamiento que tuve cuando me acerqué al colegio. Abandonado
desde hacía años, cuando el fuego lo devoró. Dentro, el aroma a putrefacción, y
las paredes viscosas por capas de desechos sedimentados por el tiempo. Ya no
había aulas, solo salas vacías donde se amontonaban los restos calcinados de mi
juventud. Oí los gritos de mis compañeros que resonaban por las estancias, y el
rojo, el rojo que se los tragaba.
Afuera
comenzó a llover mientras, a los lejos, el sol era engullido por las montañas.
Ya era hora de volver. Un
grito me taladró los oídos. Había sido real, no un recuerdo de mi imaginación.
La oscuridad iba invadiendo el edificio. No tenía que haberme quedado tanto
tiempo allí. Me daba lo mismo quién hubiese gritado, el pánico me invadió y
solo pensé en salir. Corrí, pero en vez de la puerta principal me encontré con
un muro. Di la vuelta. Ese no era el pasillo de la entrada. Oí otro grito. No
veía nada, solo me lancé por el primer sitio que encontré. Pasos corriendo.
Venían de donde yo había estado. Encendí la linterna de mi llavero e iluminé a
los lados.Entonces fui yo el que grité. Un cuerpo calcinado se encontraba delante mio. Torcí el pasillo y seguí sin mirar atrás. Un olor a quemado me llegó y frente a mí vi la luz de unas llamas. Volví a girar para alejarme de ellas, pero llegué a lo que había sido el auditorio. El fuego lamía las paredes y el suelo y, acorralados, mis antiguos compañeros chillaban. Sentí el calor que me rodeaba. A mi espalda, los pasos aumentaban en número. Salí de allí, pero las llamas me rodeaban, y el humo no me dejaba respirar.
Mis
antiguos compañeros salieron del fuego y se me acercaron. Desde el pasillo los
pasos se transformaron en mis antiguos profesores.
Rojo II
Alex Millán
Corro.
Detrás de mí, el calor. Pasos. Más rápido. Gritos que me llaman. Chillidos. No
puedo más. Me caigo mientras el rojo me atraviesa.
Estoy
jadeando. Me siento contra la pared, todavía con el corazón acelerado. Eso pasó
hace muchos años. Me cambio para irme al trabajo cuando suena el despertador.
No sé ni para qué lo tengo. Todas las mañanas son iguales.
Vuelvo
agotado. No puedo hacer nada más que sentarme en el sofá. Oigo pasos. Serán los
de al lado que han vuelto de ir al supermercado. Los vuelvo a oír. Parece que
vienen de dentro de mi casa. Me levanto y miro. No hay nadie. Me habré
equivocado.
Un
chispazo. El rojo se acerca a mí. Corro. El calor en mi piel. Gritos que me
llaman. Chillidos. El rojo me alcanza.
Un
nuevo día. Mientras bajo las escaleras a la calle, oigo pasos.
-¡Espera
Nicolás! ¡Espera!
Me
giro. No hay nadie.
-¿Sí?-
Respondo
Nadie
me contesta. <<Tonterías>> pienso.
El rojo
me rodea. Salgo del edificio. Corro. Chillidos. Una barrera roja ante mí. A la
derecha. Otra de frente. Media vuelta. Otra. El rojo me consume.
Al lado
de mi cama oigo pasos. Enciendo la luz a toda prisa. Nadie. Vienen del pasillo.
Una voz me llama. Chillidos. Salgo corriendo de la casa todavía en
calzoncillos. Cuando los ruidos se callan vuelvo a entrar. Me cambio, y salgo
inmediatamente. El
médico me dice que me tome unas pastillas y vuelva a casa, por ahora, y que si
continúan las voces, que vuelva a ir.
Es la
primera noche en más de quince años que no tengo esa pesadilla. Será por las
pastillas. Son las primeras que consiguen que se me vayan los sueños. Me estoy
cambiando cuando empiezo a sentir calor. Las paredes están rojas. Salgo
corriendo y me subo al coche.
Rojo I
Alex Millán
Lo odiaba. Odiaba ese edificio
gris al que tenía que ir durante el resto del verano. ¿Por qué entre
todos mis amigos yo era el único idiota que seguía en Madrid? Oí la voz de mi
padre en mi cabeza: “El chino es el futuro, tienes que aprenderlo”. ¿Por qué no
entendía que no se me daba bien? Cuando llevas tres veranos seguidos haciendo el
mismo curso, matándote a estudiar, pero suspendiendo, significa que se te da
mal, y no hay más remedio.
Y allí estaba. Nueva academia,
nuevo profesor, nuevos compañeros, pero mismo curso. El profesor comenzó a
hablar. ¿Qué estaba diciendo? No le entendía. Nos pasó una hoja. ¿Qué quiere
que hagamos con ella? Miré desalentado al vacío mientras el resto de mis
compañeros empezaban a escribir como locos. Llegué agotado a mi casa al acabar
las cinco horas de clase.
El verano proseguía mientras me
desesperaba. No, este año no podía volver así. Compré varias latas de gasolina y
me las metí en la mochila. Al día siguiente llegué tarde, pero no me dirigí al
aula. Rocié una sala vacía y todo el pasillo con el
líquido. Después, una cerilla. Cuando las alarmas comenzaron a
pitar, me uní a la avalancha de personas que salían, y me senté en un banco a
la espera de los bomberos. Cuando llegaron, el edificio estaba acabado. La
parte derecha se mantenía todavía intacta, pero de la izquierda solo quedaban
restos. La estructura de piedra se había mantenido, pero el fuego se había
comido el suelo y las paredes que se veían desde fuera estaban negras.Lentamente, me dirigí hasta el metro
lunes, 29 de octubre de 2012
miércoles, 12 de septiembre de 2012
Septiembre. Preparamos bolis, lápices, cuadernos, volvemos a los estudios y también a lo más divertido: el taller. Es el cuarto año en el que los más jóvenes empezaron a escribir, a construir sus historias en colectivo, a leerlas, a soñar juntos. Y estamos de vuelta, con más ganas que nunca. Si a ti también te gusta escribir y tienes entre 13 y 18 años, hazlo, no te cortes. Si te gusta leer y quieres compartir tu afición con otros compañeros de tu misma edad, este es el sitio. ¡¡Te esperamos!!
Una conflagración imperfecta[Cuento. Texto completo] Ambrose Bierce | |
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