Inés Herrero: ¡Malditas Navidades!
...Brama el tío Eusebio irrumpiendo borracho en el salón. Apenas le miran de reojo, todos conocemos de sobra las escenas navideñas del tío, y se acaba aprendiendo a aparentar indiferencia a los gritos insultantes que lanza por doquier.
Es desagradable, lo sé, como un vómito repentino que te deja tal sabor a mierda en la boca que necesitas aire durante unos instantes. Una zarza debió de ser en otra vida, agarrando a la gente por el dobladillo de los pantalones para hacerles el camino más desagradable. Y mejor no hablar de esos andares indiferentes, como si él fuera lo único importante en la casa.
Dos de los tres abuelos que se hallaban sentados en el sofá de cuero de la sala de estar, roncan acompasados con esporádicas ventosidades. La más pequeña de las primas corretea tras el pobre gatito pardo, que intenta esconderse en los rincones de la casa. Mientras, los mayores discutEn sobre temas, desde mi más humilde punto de vista, totalmente incomprensibles.
Los anfitriones se desesperan con la torpeza altamente destructiva de la tía Petunia que, para desgracia de todos, recaE sobre la vajilla buena. Parece un conejo gordo, atrapado en un horrible mantel de colores chillones. Pero, para compensar, diré que es dulce como cualquier niño de cinco años y tierna como un cachorro. Si te acercas sientes un olor tenue a cereza, en contraposición con sus ruidosas pisadas, que crujen y crujen, como si pisara huevos, vaya. Y yo, mirando por la ventana, no puedo evitar preguntarme: ¿en esta casa también tengo que dejar regalos?
El regalo es captar y describir tan bien a esa jugosa tia. Muy bien Inés
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