Malditas Navidades, por Alejandro Millán
Llegamos a casa de los abuelos esperando que esta vez la visita sea distinta a todos los años. la familia mira con cara de resignación. Las mujeres discuten cómo hacer el cordero, mientras que los hombres intentan hablar de temas banales. El primo mayor ya se ha ido y los pequeños juegan con los coches. Comemos. Pilar, la tía que no se ha casado y que vive con los abuelos, para que alguien le haga caso, empieza a geritar cuando el tío Miguel se come una anchoa que ella consideraba suya. Los pequeños se niegan a comer. En la sobremesa, el tío Miguel, dueño de la multinacional, nos vuelve a llorar que la empresa va a quebrafr de un momento a otro, mientras que el abuelo repite sus aventuras de joven. la abuela anuncia lo que va a haber para comer al día siguiente. Pilar dice que llegará tarde, que la esperemos, que sale con sus amigas y no sabe cuándo volv erá. Nadie dice nada. Al día siguiente se reparten los regalos: un libro, una corbata o una pulsera de poco valor. Los pequeños se ilusiones con su Spiderman nuevo y van jugando y molestando por toda la casa. Comemos pasadas las cinco, cuando llega la tía. No se habla, pero todos la miran. Después de comer nos vamos, para volver al año siguiente, esperando que esta vez la visita sea distinta a todos los años.
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ResponderEliminarSí, comer, comer y comer, tal y como nos cuenta muy bien Alejandro, eso son las navidades y la mayoría de las reuniones familiares
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